Durante el gobierno de Viracocha, los chancas partieron de Paucaray -a tres leguas de Parcos- y se dividieron en tres ejércitos. Tan seguros estaban de la fácil conquista del Cusco que dos de los ejércitos se dirigieron al Contisuyo y el tercero tomó la ruta del Cusco. Por su parte, el Inca, viejo y cansado, abandonó el Cusco a su suerte y se refugió junto a su hijo Urco en la fortaleza de Chita. En esas circunstancias, surgió la figura del joven príncipe Cusi Yupanqui, quien decidió defender el Cusco.
Cusi Yupanqui, el futuro Pachacútec, nació en el linaje de Iñaca Panaca. El cronista Betanzos narra épicamente el encuentro de Cusi Yupanqui con los chancas. Cusi contaba con escasos efectivos, con lo cual el triunfo cobra aun mayor realce. En torno al Cusco, el ejército de Cusi cavó grandes hoyos recubiertos de ramas para que los chancas cayeran en ellos. Además, el sacerdote del Sol confeccionó unos bultos de piedra revestidos de ropas para simular un ejército apostado esperando entrar a la lucha. Cusi Yupanqui trató de formar alianzas con sus vecinos, pero ellos prefirieron esperar al desarrollo de los acontecimientos para plegarse al vencedor.
Urco, hijo de Viracocha, había partido junto a su padre abandonando Cusco. Fue nombrado co-regente y, para aquel entonces, había recibido la borla, insignia del poder. Ese mismo día se casó con quien sería su mujer principal, según la costumbre inca. Sin embargo, el joven se mostró poco guerrero y no luchó por el Cusco.
Las sucesiones incas eran tumultuosas al no existir la primogenitura. El poder recaía sobre el "más hábil y eficiente" de los posibles candidatos. De ahí que todas las sucesiones incas dieran lugar a intrigas, luchas intestinas y asesinatos. En este marco, la contienda de Huáscar y Atahualpa no fue un caso insólito sino más bien usual, pero debido a la gran expansión del estado Inca tomó un carácter continental.
Los espías anunciaron la cercanía chanca y los vieron llegar en desorden por la bajada del cerro de Carmenca, emitiendo gritos y alzando sus armas. Llevaban el pelo en pequeñas trenzas y la cara pintada de rojo. En su euforia, no notaron los hoyos y cayeron en ellos. Un curaca llamado Chañian Curi Coca de los ayllus de Choco-Cachona aguardaba la proximidad del enemigo para atacar y peleó tan valientemente que triunfó en su zona. Hasta las piedras puestas por el sacerdote entraron en la contienda. Ellos eran los pururaucas, misteriosos aliados de los incas que sembraron el terror entre las tropas enemigas. Para decidir la batalla, Cusi Yupanqui se dirigió hacia el jefe chanca Uscovilca, lo mató, cogió el ídolo que portaba consigo y lo mostró a los chancas que se desmoralizaron e iniciaron la huida.
Más adelante, los chancas se rehicieron, pero nuevamente triunfó Cusi, ayudado esta vez por sus vecinos. Los incas los persiguieron y se apropiaron del botín que facilitaría en el futuro la expansión cusqueña.
Vencidos los chancas, Cusi Yupanqui juntó el botín y los prisioneros y se dirigió hacia la fortaleza donde estaban Viracocha y Urco. Según costumbre inca, el soberano debía pisar los despojos y a los jefes capturados en acto de toma de posesión de los vencidos y de sus tierras. Viracocha se negó a hacerlo y señaló a Urco como su regente y el indicado para asumir el poder.
Cusi no admitió la propuesta y después de reiterar su pedido decidió regresar al Cusco. Por el camino fue asaltado por soldados de Viracocha, pero conociendo las intenciones del viejo Inca, estaba preparado para el ataque. Así, pudo regresar al Cusco sin mayores percances. No tardó Cusi en ceñir la borla imperial y con ello, según costumbre antigua, cambió su nombre al de Pachacútec Inca Yupanqui, personaje con el que se inicia el auge cusqueño. La expansión inca se puede ubicar en los principios del siglo XV y forma parte de la historia moderna del mundo andino.
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